María y Mara habían encontrado el momento para estar un rato a solas. Una vez que terminaron de reírse de Hector, éste decidió seguir por delante el recorrido hasta el sitio de comida egipcia. De vez en cuando se volvía y miraba a Mara para que le indicase si iba en la dirección correcta.
María miró a Mara como escudriñándola y le preguntó:
- ¿ Qué tal ves a Ruth?, está muy rara ultimamente...
- La veo bastante nerviosa. A veces está triste y otras veces parece enfadada con el mundo. No la reconozco- Mara no perdía de vista a Héctor, que tan pronto se subía a un banco como empezaba a bailar a lo Michael Jackson, " vaya espectáculo de tío" pensó.
- No la entiendo tía, encima hoy no viene. Era el día perfecto para hablar todas. Hace unos meses estaba decaída porque no encontraba trabajo, pero veía ilusión en sus ojos. Ahora en cambio...
- María tienes que estar más tranquila y no ser tan exigente con ella. Es tú amiga, no tu hermana pequeña. Además le has conseguido algo muy importante, ¿ Cuánto hacía que tu padre no cogía a alguien para su despacho?- Mara quería que su amiga entrara en razón.
- La verdad es que tienes razón Mara, no todos los días se puede entrar a trabajar en un bufete de derecho internacional, mi padre le ha hecho el favor de su vida, por mucho que Ruth lo valga, que lo vale.
- Ruth es mayorcita y una chica muy serena. El mensaje que me ha mandado parece algo enigmático, pero ya sabes que no le gusta mucho que nos metamos en sus asuntos. Una buena cualidad de la amistad es aceptar a cada uno como es y Ruth siempre nos ha dicho que sabe cuidarse solita.
Estaban Mara y María tan enfrascadas en la conversación, que se pasaron de calle. Siguieron subiendo la calle Luchana en dirección Plaza de Chamberil y no giraron por donde Mara le había indicado a Héctor, a la altura de la calle Cardenal Cisneros.
Cuando seguían subiendo inmersas en la cháchara, un silbido llamó su atención de forma súbita.
- ¡Como sigáis andando, en vez de a Egipto vais a llegar a Irlanda!- se giraron y encontraron a Héctor en el cruce de calles esperándolas apoyado en una de las esquinas de entrada con los brazos cruzados.
- Desde luego, hay que ver guia más malo que nos hemos agenciado- María sacó a relucir su tan característico sarcasmo.
- Mara, ¿ No decías que era por aquí?, me temo que no has ido a comer muchas veces a este sitio, ¿ Verdad?- Hector quiso unirse al club de María con su comentario
- Hombre, no voy a comer de menú todos los días si es a lo que te refieres.
María y Mara volvieron sobre sus pasos y alcanzaron a Héctor, cuando éste se giró, Mara le dio una rápida e inesperada colleja que hizo sonar su cogote. María rompió a reír estruendosamente.
- Ya me cobraré en pecunia estos maltratos- dijo Hector guiñándole el ojo a Mara.
Tras la colleja reanudaron el paso. Caminaron unos doscientos metros por Cardenal Cisneros hasta llegar al Osiris, el sitio de comida egipcia. De fachada de ladrillo, ventanas de madera con unas vidrieras color canela y un letrero en verde con letras negras, El Osiris parecía un bar bastante convencional, el típico local que ha padecido múltiples traspasos. Al llegar a su altura, no lo dudaron y pasaron hacia adentro.
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