lunes, 22 de marzo de 2010

LA THELMA Y LA LOUISE

Parece que Marzo esta concediéndonos una pequeña tregua en este gélido y crudo invierno que llevamos en el 2010.



Lo que os voy a contar sucedió hace dos sábados. Como siempre, me dispuse a salir una noche más y disfrutar de Madrid en el fin de semana. Bajé a la calle y enseguida noté que la temperatura iba a permitir una noche más templada. Había quedado con el maestro en el Café Comercial, situado en la Glorieta de Bilbao: un sitio clásico, fundado a principios de siglo, cuando aún existía el Madrid castizo. Un buen lugar donde poder tomar una cerveza de barril bien tirada sin la presión de la gente, ni un ambiente cargado por el humo o la pesadez del aire.

Caminé, desde mi portal, unos cuantos metros hasta llegar a la parada de autobús del 147: la línea que recorre desde mi Barrio hasta la Plaza del Callao. La parada estaba vacía, no había ni un alma. Intenté mandar un sms de estos que te marca la distancia y el tiempo que falta para que el autobús llegue hasta donde yo me encontraba. No tuve respuesta, así que me puse a contemplar los coches que pasaban y la soledad de mi calle a las once de la noche.


Al poco tiempo de estar ensimismado en la tranquilidad de la Plaza de Mondoñedo, apareció una chica caminando en dirección a donde yo estaba situado. Desde lejos tenía buena pinta: rubia, de figura estilizada, quizás demasiado delgada, venía hablando por el móvil y fumando un cigarro. Vestía pantalón vaquero de pitillo, cazadora sintética con aire casual y parecía bastante concentrada en la conversación. Hablaba bajito, porque se situó por detrás de la marquesina y no escuche nada. Para lo cotilla que soy yo, se trataba de una conversación sigilosa.

Al cabo de unos diez minutos, llegó el 147. Nos montamos los dos, yo entré primero, y nos sentamos en dos asientos individuales a la misma altura. Giré la cabeza para localizarla y allí estaba ella, mirando fijamente por el cristal del autobús. Aislada de forma intencionada.

El 147 circulaba rápido y ligero, extrañamente suave para un vehículo brusco y con mucho trasiego. Iba en lo que parecía un plácido paseo al centro de Madrid, cuando irrumpieron ellas: la versión más soez, menos atrevida y brillante de Thelma y Louise.

Lo único en que se parecían a las dos románticas, idealistas y excéntricas aventureras retratadas por Ridley Scott a pricipios de los noventa y maravillosamente encarnadas por Susan Sarandon (Louise) -nominada a los Oscar de ese año por su actuación- y Geena Davis(Thelma) era en que se trataba de dos chicas. Nada más. Una triste, aunque a la postre divertida, imitación de nuestras chicas rebeldes de la gran pantalla.

En la película, Thelma y Louise empiezan juntas su poético y apasionante camino de carretera. Nuestras chicas, sin embargo, no empezaron unidas.

Cuando estábamos a punto de entrar en la Castellana, al lado del edificio de la Seat, el autobús se detuvo repentinamente en una parada. La conductora, porque era una mujer, lo cual no es habitual de ver y lógicamente llamo mi atención al entrar, no se había percatado de que una chica esperaba en la marquesina correspondiente. Esa chica era nuestra Louise.

De manera respetuosa con el guión del film, Louise fue la primera en entrar en acción. Subió al autobús y sin mirar casi a la conductora, introdujo su billete en la máquina.

Louise era morena, con el pelo largo y liso y un flequillo prominente. Vestía un abrigo de algodón de color negro, largo y con cinto. Una falda negra y medías del mismo color. Parecía bien maquillada y con una cara bonita. Esto es lo que acerté a observar, desde que subió al autobús hasta que rebasó mi posición para sentarse justo detrás de mío.

Nada más sentarse, realizó una llamada con su móvil, llamada infructuosa porque no le cogieron el teléfono. A la siguiente parada ó dos más tarde, entró Thelma en escena. Era pelirroja, con una coleta bastante graciosa y la piel muy blanca. Vestía cazadora vaquera, como su homónima en el cine, y falda negra rematada con unos zapatos negros de charol y tacón alto.

Subió rápido al autobús, insertó su billete y enseguida empezó a mirar al fondo, cómo buscando a alguien con cierta inquietud.

-¡tía que estoy aquí!,- dijo Louise repentinamente.

Thelma miró, pero no conseguía verla, a pesar de que estaba a unos dos metros de Louise y de que miraba en la dirección desde donde la había reclamado

-¡que estoy aquí!, ¿estás ciega, ó qué?-

-¡Ahhhhhhhh!- respiró aliviada- creía que no estabas, como me llamabas por el móvil, pensé, ¡joder tía!, que esta no viene montada en el bule.

-¡que va tía!, te estaba llamando para ver si estabas en la parada- como podéis ver destilaban el mismo espíritu aventurero, la misma valentía y osadía de sus alter-egos en el cine.

- ¡joder tía!, que no te veía porque es que voy sin lentillas y no veo un carajo.

- ¡ya te digo tía!, te estaba saludando desde aquí y no me veías- antes muerta que sencilla me dieron ganas de decir a mí. Por suerte, me mantuve como espectador en todo momento.

- ¿Qué hiciste ayer petarda?- tampoco coincidían los apelativos con los que recuerdo se cruzaban entre si las dos protagonistas, jeje.

- Pues nada tía, estuvimos el cari y yo en un cumple de un amigo suyo.

Thelma no siguió la conversación, se había quedado mirando algo en nuestra ventana de la parte izquierda. Algo que yo también pude contemplar: en el otro carril de la Castellana, en sentido Plaza Castilla, había habido un choque en cadena y varios coches estaban siniestrados y detenidos en la vía. En ambos extremos, dos coches de policía habían detenido la circulación.

- ¡Ayyyy, que penita que me dan!, suspiró Thelma, definitivamente abandonó en ese momento la inocencia y candidez que nos demostró Geena Davis en su magnífica interpretación. Más bien se trataba de un replicante (similar a los que se hicieron famosos en Blade Runner) soez e insolidario, casi rayando en la idiotez. Afortunadamente, Louise no condujo su coche dialéctico por ese camino que había mostrado Thelma y siguió con su conversación.

- Tía, el cari esta súper mosqueado conmigo. ¿Tú te acuerdas del Borja?

- No tía, ¿Quién es el Borja?- encima no se enteraba de la otra conversación, pero tampoco dudó en volver a interrumpir a su amiga.

Esta vez dirigió su mirada a la derecha, claro, primero es la izquierda y luego la derecha como en las instrucciones militares de los marines norteamericanos. Ahí continuaba mi misteriosa y bella compañera de parada. Tal y como la había dejado antes de que interrumpieran en el autobús nuestras dos flamantes aventureras.

- Oye, perdona, ¿Tienes un Cleanex?- Thelma preguntó, esta vez sí, con algo de educación pero no muy alto en su tono de voz. Ella, la chica misteriosa, no contestó.

- Joder, ni me ha contestado la tía, que poquita educación, la verdad.

- Tía díselo un poco más alto, a lo mejor no te ha oído. Louise estaba lejos de Susan Sarandon, aunque, también, demostraba tener más clase que su propia amiga, nuestra Thelma de andar por casa.

- ¿Me puedes dejar un pañuelo?- preguntó con más diligencia y esperó con paciencia una respuesta que esta vez sí se produjo.

Mi compañera giró la cara, sonrió aludiendo a su ensimismamiento, rebuscó en su bolso y al poco tiempo sacó una funda de cuero que contenía los deseados pañuelos.

- Toma, aquí tienes- espetó de manera directa y cortés

- Muchísimas Gracias- la respuesta sonó demasiado agradecida.

Louise aguardaba, mientras tanto, pacientemente para reiniciar su conversación. No había olvidado lo que estaba comentando.

- Bueno tía, lo que te iba comentando, qué el cari se pilló un rebote…de nuevo no pudo proseguir, en esta ocasión un timbre surgió de dentro de su bolso.

- Espera tía que es el cari… ¡hola amor!- de repente, un cambio brusco en la entonación y el ánimo- aquí si tenía las dotes de Louise para manejarse con el teléfono. Unas dotes más forzadas y teatreras. Al otro lado del móvil, se oía una voz masculina. La pude percibir sería y con tono fuerte, nada más. Soy “Mariñas de barrio”, pero no llego a tener un oído privilegiado, ni mucho menos.

- carí, a ver…espera que te cuente… ¡cari no te mosquees, eh!, que estás un poco alteradito. Bueno, ahora hablamos que nos queda poco para llegar al Ludwig, besitos cari-

El Ludwig es el típico garito de Torre-Europa lleno de tías del extrarradio con varias dosis de más de maquillaje, escotes muy sugerentes y pelos lisos recién salidos de la peluquería. Junto a ellas, suelen abundar chicos imberbes con muchas horas de gimnasio, aquellos que se les dice ingeniosamente “mazapanes” y algún que otro niño de papa enseñando las llaves de su coche, es decir, del coche que le compraron en casa.

A a la altura de Nuevos Ministerios, mi compañera de viaje inicial se despidió de nosotros. Lo hizo de manera sigilosa y prudente, como había iniciado su andadura en el autobús. Me quedé mirándola un rato, viéndola caminar por la inmensa acera de La Castellana , antes de partir de nuevo el 147.

Louise cortó la conversación con su cari y siguió la que tenía con Thelma:

- Bueno tía, que nos interrumpen más que los anuncios de las novelas de por la tarde. A ver, te decía… el Borja es un tío que está muy bueno que vive al lado mío. Está estudiando para bombero y todas las tardes sale a correr por el parque de al lado de mi casa. A lo cual, me lo encontré el otro día por la noche cuando volvía de casa de Jenny y me dijo que a ver cuando quedábamos para tomar un café.

- ¿Y qué le dijiste tía?-

- Pues nada…yo le di mi móvil, a lo cual, un café no implica nada tía, además, no se, está bastante bueno y por tomar un café no estoy haciendo nada malo. Total, que le di el móvil y por la noche va “el notas” y me manda un mensaje diciéndome que le caigo muy bien, que está deseando que nos veamos un día…-el tono de voz de Louise iba cambiando a medida que se acercaba al desenlace de la historia con el tal Borja. Se iba haciendo cada vez más cálido y sugerente.


- Pues tía, tú no te tienes que sentir culpable por nada, no has hecho nada malo- Ahí si que encontré a la Thelma del cine, siempre solidaria con Louise, aunque no tuviese razón.

- Total, que nada, que pasaron los días y no supe nada más de él, hasta que ayer estábamos en el cumple y de pronto me sonó la alerta de mensajes del móvil. Yo estaba hablando con la Jenny y no le presté atención. Resulta que, al cabo del rato, viene el cari con el móvil y con una cara de cabreo que no veas y me suelta:

- ¿Quién coño es Z?, y ¿Por qué te manda un mensaje diciendo que a ver cuando podéis quedar?

- ¿Y quién es Z tía?- Thelma estaba perdida, pero no me extraña, porque Z no me cuadraba con el tal Borja.

- Pues nada tía, que como no sabía como coño meterlo en la agenda para que pasase desapercibido, le puse Z- ¡vaya manera de esconder a alguien!, pensé.

- ¡Joder!, ¡que pasada!, ¿Y qué le dijiste al cari?

- Nada, que el Z era el Borja, que también le conocía él, que era el bombero que vivía cerca de mi casa y que le había puesto Z con las prisas y porque no es nadie importante. Qué sólo íbamos a tomar un café un día para charlar. Nada más.-

- ¿Qué tal se lo tomó?

- ¡De puta pena tía!, empezó a decirme que algo más le tenía que haber dicho yo, que si no un tío no se toma esas confianzas ni manda mensajes, que sí él manda mensajes a una chica, es porque esa chica le ha dado pie para algo más…se puso como una fiera. ¡Qué quieres que te diga tía!, yo quiero al cari, pero el bombero está bastante bueno y una tía como yo no se puede cerrar puertas, ¡qué estoy de buen ver tía!-

- Claro que sí, además no pasa nada por quedar a tomar algo. Ellos son los primeros que a saber que hacen cuando salen con sus colegas…- Thelma siempre al lado de Louise, en los momentos más duros, cuando se apagan las luces y entran las dudas, nada como el calor y el abrazo de una buena amiga.

- ¡Tía!, tenemos que levantarnos, que es nuestra parada- Louise interrumpió la ensoñación de Thelma. En esos momentos el autobús dio un frenazo brusco para poder parar a la altura de Torre de Europa. Al mismo tiempo que Thelma empezaba a levantarse.

- Tía, espera un momento, no te levantes que el hombrecillo conductor te va a tirar al suelo-

¡Increíble! , Louise estaba tan abstraída en su lío a tres bandas con el cari y el bombero, que ni siquiera se acordaba de que el conductor del autobús era una mujer ó, peor aún, puede que ni siquiera se hubiese fijado en ella al entrar. Centrada en su mundo de fantasía y prima donnas. Definitivamente nada que ver con la entereza, capacidad de riesgo y serenidad de la inolvidable Louise de Ridley Scott.



Thelma se levantó y a continuación Louise. No pude evitar girarme para ver a mis dos charlatanas compañeras de viaje. En ese momento reparé en el tren inferior de Louise. Un culo bastante generoso y desproporcionado daba lugar a dos piernas anchas y gruesas cómo columnas atenienses. Me vino a la cabeza el enfado de el cari y el deseo de compañía de Borja, el bombero. Un halo de cuestionamiento del interés de los dos hacía Louise pasó por mi mente, para difuminarse en la trayectoria que siguieron mis dos compañeras de viaje en dirección Torre de Europa.



La realidad, a veces, puede superar a la ficción en crueldad y agresividad, en dureza y tristeza. Algunas veces en alegría, donde no suele superar a la ficción es en la singularidad, excepcionalidad y belleza de sus personajes: muchos de ellos extremos idealizados. Nuestras Thelma y Louise desaparecieron tal y como entraron, con más pena que gloria. Bajaron del autobús y se perdieron en la inmensidad de la noche madrileña. No se que fue de ellas, ni de el cari de Louise, ni del bombero. No tuvieron el apoteósico final de Thelma y Louise en el cine. Protagonistas de un canto a la libertad, a la rebeldía, a las ganas de aventura y, sobretodo, a la fuerza de la auténtica amistad.



Hasta pronto perdedores.







5 comentarios:

  1. Muy bueno Andy... la noche está llena de historias...

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  2. Me alegro de que te guste Anita.;-)

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  3. Me ha gustado lo de "Mariñas de barrio". Sigue con estas historietas.

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  4. Me alegro de que a usted le gusten mis historietas Don Antonio.;-). Todo un honor viniendo de un guionista y escritor como usted.

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  5. ..```Cariii..me ha enganchado tu historia y el tren inferior de Louise´´.Eres una machine!.

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