Cómo dice el gran Gabriel García Márquez: “la infancia no es cómo uno la vivió, sino cómo uno la recuerda”. Con esta sabia sentencia, Eduardo Aldán lleva más de cinco años deleitando y divirtiendo a los espectadores de la capital en el teatro Compac-Gran Vía de Madrid. (Gran Vía 66)
Y es que lleva razón el gran Gabo, nuestras vidas están hechas de recuerdos. Y no hay mejores recuerdos que los de nuestra infancia. Eduardo Aldán, en la que fue su función 857, nos sumergió en la maquina del tiempo para llevarnos a un pasado feliz e idealizado que se remonta a finales de la década de los setenta y finaliza a mediados de la década de los ochenta.
Yo, como integrante de esa generación, me sentí identificado con el brillante y sencillo monólogo que nos planteó Aldán, asistido por un actor de su compañía, tan sólo ayudado por un proyector de cine y los protocolarios efectos de luz de los focos, sin apenas atrezo ni decorado en el escenario.
Espinete No Existe es un monólogo divertido, frenético en ocasiones por el dominio que ha ido gestando Eduardo Aldán al cabo de estos años. Al entrar, se les regala dos piruletas a todos los espectadores y se escucha la inolvidable sintonía de Barrio Sésamo: el programa estrella en aquella época de la programación infantil de televisión española, cuyo protagonista da nombre a la obra.
A partir de ahí, empezamos con un “engaño” inicial en él que cayó todo el aforo. Engaño que tendría su desenlace final en las postrimerías de la comedia.
Esta especie de sorpresa nos sirve como inicio de un viaje a través de nuestros mejores recuerdos como niños: el disfrute de las pequeñas cosas cómo las golosinas, los polos y helados en el verano, los momentos de recreo en el colegio, las meriendas de pan y chocolate o nuestros programas preferidos de la televisión.
Aldán hace mención especial a Los Payasos de la Tele (Miliki y cia) y los dibujos animados de D’Artacan con los que realiza visionados a través del proyector y un divertido karaoke respectivamente.
La memoria de Espinete No Existe recrea con humor y desenfado aquellos momentos que vivimos de manera más problemática siendo niños, cómo las riñas con nuestras madres a cerca de la comida ó nuestra primera comunión.
También hubo cabida para aquellas cosas que nos resultaron fascinantes y que, hoy en día, casi habíamos olvidado. Aldán las rescata en una caja llena de recuerdos: los cromos, caramelos, muñecos clics de famobil, airgamboys y escritos guardados que nunca esperamos volver a leer.
El monologo resulta excitante, a veces algo vertiginoso por el carácter grandilocuente de Aldán, que no duda en realizar gags brillantes y desternillantes, y en jugar con la colaboración del público para enlazar y darle contenido a sus bromas.
En cualquier caso, pude formar parte de un público entregado y bastante cómplice con el actor, guionista y productor de este indudable éxito de taquilla en la escena madrileña.
Espinete No Existe es un espectáculo sencillo, trepidante en la ejecución, efectivo y acertado en la temática y con un guión ocurrente y, por momentos, ingenioso.
Dueña merecida de un gran acierto: realizar un viaje por la etapa más feliz de muchos españoles, nuestra niñez.
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