viernes, 16 de abril de 2010

EL JOSE TORINO



En esta ocasión voy a hacer un punto y aparte en mi observación natural y a veces fortuita del género femenino. No os preocupéis, pronto volveré con nuevas historias de nuestras chicas madrileñas. Tienen la suficiente presencia y excentricidad para constituirse en un inagotable filón de anécdotas hilarantes y "kafkianas".


Hoy mi analogía con el cine me transporta a una de las mejores películas del 2008, Gran Torino: magnífica cinta dirigida e interpretada por Clint Eastwood, en la que según ha comentado, va a ser su última interpretación como protagonista, que relata los últimos días de vida de un antiguo combatiente de la guerra de Corea y trabajador retirado de Ford, en su convivencia con vecinos inmigrantes de oriente y la difícil relación que mantiene con sus hijos y nietos a partir de la muerte de su esposa.


El personaje que os voy a relatar no se llama Walt Kowalski sino Jose. No vive en una población del norteamericano estado de Michigan sino en el madrileño distrito de Villaverde. Tampoco trabajó en la Ford ni es veterano de la guerra de Corea, fue camionero en sus tiempos mozos y ahora regenta dos bares-churrerías en Villaverde Bajo y Villaverde Alto. En lo único en lo que coinciden aparentemente Walt y Jose, es en su gusto por las armas y en su determinación por utilizarlas sin vacilación cuando lo creen adecuado ó necesitan defender sus dominios.


Yo vivo en el Barrio del Pilar, situado en la zona Norte de Madrid, se trata de una barriada de clase media y naturaleza obrera que en sus inicios, allá por los años 60, acogió a numerosos emigrantes de Extremadura, las dos Castillas y Andalucía mayoritariamente. Actualmente el Barrio de “la pili” también se nutre, cómo todos los distritos de Madrid, de numerosos emigrantes procedentes de América Latina, Europa del Este y El Magreb.


No conocía Villaverde, aunque, cómo no, había oído hablar del distrito. De sus órigenes marginales, de su amplia presencia de miembros de etnia gitana y de algunas leyendas populares que hablan de las peleas entre bandas y los partidos de fútbol cancheros, cómo diría un argentino, allá por la década de los 70.


Por motivos de trabajo me destinaron a Villaverde, a la Avenida Orovilla, paralela a la Avenida Andalucia, la principal arteria de Villaverde Bajo, cerca del Carrefour que hay pegado a la rotonda de salida hacía la M-40.

En una de mis primeras salidas a desayunar, traté de buscar un bar mínimamente presentable en el que tomar un café y algo que echarme al gaznate. No tuve que buscar mucho, sólo hasta la primera perpendicular a la Avenida Orovilla, para encontrar la cafetería-churrería Belén.Con el típico cartel de neón y una gran vidriera de hierro pintada en amarillo chillón y segmentada en cuadrados y una puerta pesada con un muelle algo corroído, se presentaba la cafetería. Recuerdo perfectamente la primera vez que entré. No había casi gente, para lo que más tarde sería menos habitual en Belén. Al lado de la entrada se desplegaba la barra: el extremo más corto hacía la izquierda y el más largo adentrándose en la profundidad del local. Allí estaba Jose: unos cincuenta y muchos años,  con pelo cano y complexión fuerte, barriga generosa y extensa, brazos entre fuertes y rollizos. Casi siempre mal vestido y con camisas demasiado abiertas. Al verlo me dio la impresión de ser un cruce entre Jesús Gil y Alfred Hitchcock.


- Buenos días- le dije tímidamente, algo que suele pasarme la primera vez que entro en un sitio.

- Hola chaval- su tono fue extraño. Entre familiar y desafiante. Su media sonrisa me hizo decantarme por lo primero.

- Me pones un café con leche… ¿De desayunar que tienes?- pregunté cuando empezó a ponerse en marcha con la máquina de café.

- De desayunar lo que quieras, aunque siempre lo mejor. Yo te recomiendo los churros que los hago yo todas las mañanas.

- Ponme dos porras a ver que tal.

Al siguiente día, producto de mi desconfianza hacía la zona y mi carácter no muy aventurero volví a desayunar allí. Jose enseguida empezó a coger confianza conmigo. Suelo tener un trato agradable, escucho a veces más de la cuenta y me expongo con mi opinión más de lo que es prudente. Jose vio en mi a alguien familiar y en él que poder explayar todas sus batallitas y su ego incontenible.

Durante dos meses fui a la cafetería Belén a desayunar. No siempre estaba Jose, a veces tenía un empleado contratado a cargo del bar. Un hombre más mayor que él. Cordial, aunque con el semblante triste y afectado de cierta sordera. Jose le tenía contratado por una miseria, pero eso no le quitaba su laboriosidad. De hecho solía ponerme las mejores tapas. Pero Jose, no se definía por lo que callaba, sino por las numerosas anécdotas que contaba. Historias excéntricas: algunas divertidas, otras sorprendentes. Casi todas me mostraron un personaje peculiar y excesivo. Lo más parecido a un Walt Kowalski castizo, con personalidad y excentricidad, pero despojado de la ternura y presencia del maravilloso personaje de Clint Eastwood.


La más impactante fue una de las primeras que me contó. Estaban dos profesores de un colegio cercano de la zona discutiendo sobre los alumnos gitanos de Villaverde. Yo me limité a escucharles atentamente. Hablaban de lo problemáticos que son algunos alumnos de los poblados, cuándo Jose reposó su pesado cuerpo en la barra y no dudó en intervenir:


- A los gitanos los conozco yo muy bien. Están en Villaverde antes que muchos de los árboles que hay en la Avenida Andalucía. Te digo una cosa, son muy fáciles de llevar.- Jose cerró los ojos durante unos segundos y cuando los abrió miró de manera elocuente a los profesores.

- Jajaja- rieron de manera desenfadada, aunque prudente- ¿A qué te refieres exactamente Jose?- preguntó uno de ellos sin salir de su asombro.

- Lo que oyes querido. Sólo tienes que hablarles en un lenguaje que ellos sepan entender y valorar. Al final lo más importante entre los seres humanos, por muy gitanos que sean, es la comunicación.- Jose estaba tranquilo, cómo recién salido de una placentera siesta. No mostraba signos de fanfarronería ó una actitud forzada. Yo observaba atentamente, intentaba captar toda la conversación sin derramar el cafe en mi chaqueta y devolvía las miradas de complicidad que me lanzaban todos los interlocutores de la conversación.

- Bueno, yo llevo muchos años en la enseñanza y lo que he aprendido con ellos es a intentar no molestarles. Si quieren que vengan los niños bien, y si no, también.

- Os voy a contar algunas anécdotas que he tenido yo con los gitanos aquí en Belén. Llevo con la cafetería más de veinte años y nunca he tenido un problema con ellos. Hace unos meses, ya sabéis que llego a las 7’15 de la mañana para hacer los churros, aparqué el coche unos 15 metros más arriba de la calle. Total que empiezo a descargar unas cajas para la cafetería, la masa de los churros y mi escopeta- cuando terminó de decir la palabra escopeta hubo un silencio de unos cuantos segundos. Ni los profesores ni yo, acertamos a decir nada. Sólo unas tímidas miradas y gestos de incredulidad. Jose de Villaverde empezaba a ser Jose Torino.- porque yo siempre que entro y salgo del coche llevo mi escopeta de caza. Empiezo a bajar la calle en dirección a Belén y de pronto me encuentro a un gitano de unos cuarenta años, apoyado en uno de los coches. Va “el basura” y me dice: “jefe, ande va usteee con esa ejcopeeeeta”. Y yo le contesté en su lenguaje para que me entendiera, sin dudas. “es para pegar dos tiros a hijoputas como tú si me preguntan por ella”.- No pudimos más que reírnos, fue una risa nerviosa, estruendosa y de corta duración, que dio paso al asombro y un cierto miedo.- ¿Veis cómo sólo es una cuestión de lenguaje? Seguí mi camino hasta la puerta de Belén y no volvió a molestarme.

- Bueno Jose, cómo eres- le contestó uno de los profesores, él más veterano, mientras pinchaba una papa de la ensalada campera que tenían de tapa- ¡de todas formas los niños son pequeños salvajes!

- ¡Con los niños es lo mismo Bernal!, ¡coño!, que parece mentira que seáis profesores, joder. Con los niños también tuve yo mi batallita.

- ¿A sí?, no sabía que entraran aquí- esta vez quiso intervenir el otro profesor. Yo continuaba de mero espectador. Todavía me faltaban horas de vuelo para ser contertuliano de Belén.

- ¡Claro que si!, ¡joder!- exclamó mientras me miraba a los ojos- ¡precisamente por eso! Mira, antes entraban unos cuantos niños gitanos y se ponían a jugar y toquetear la máquina de tabaco. A mi no me importa que los niños jueguen, para eso son niños, pero con educación. Algo que perdieron un día en el que empezaron a darle patadas a la máquina. Entonces saqué una de las 5 escopetas que tengo en el almacén y les llamé: “¡hey niños!”, cuando miraron les apunté con la escopeta y “pam”, “pam”, hice cómo si les pegase dos tiros. Los niños se fueron asustadísimos. Al cabo de un rato, entra uno de los patriarcas gitanos de aquí, de Villaverde y me pregunta: “perdone que le moleste, es que me han dicho mis nietos que usted les ha asustado apuntándoles con un arma, ¿ Es eso cierto?, y yo le contesté de manera natural : “ vera usted, sus nietos han entrado a esta, que es mi casa, y han pateado mi máquina de tabaco, cuando alguien viene a mi casa así, trato de defenderme y le aseguro que estoy bien protegido.” “¿Eso han hecho mis nietos?”, me preguntó. Asentí con la cabeza y me le quedé mirando fijamente. “No se preocupe jefe que no van a volver a molestarle más.” Eso fue lo último que me dijo. Hasta hoy.- Jose terminó su parlamento con una sonrisa y subiéndose las mangas de la camisa. Ha pasado casi un año desde entonces y no he olvidado la anécdota de aquel día.


La cosa no quedó ahí. Durante sucesivos días seguí yendo a desayunar a Belén, a los dominios de Jose. Me atraía poder escuchar conversaciones e historias atrayentes. No tuve que esperar muchos días para poder contemplar momentos singulares y volver a oir cosas fascinantes, casi todas con éste excéntrico personaje cómo protagonista.

4 comentarios:

  1. Imagino que contarás más historias de este hombre. ¡No nos puedes dejar con solo una!

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  2. Tengo algunas más. Dos meses desayunando allí dan para muchas historias.;-)

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  3. Clint Eastwood es una nenaza al lado del pollo este !!!!! jajajaja Me apunto a la peticion de mas historias

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  4. Me alegro de que te haya gustado Jose de Villaverde Efrén. Dentro de poco podremos ver a Jose dándonos algunas lecciones sobre preservar el derecho de admisión en las propiedades privadas de explotación comercial ó la ineficiente gestión de "desechos" por parte de las autoridades públicas.

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