A mediados de los años 80, cuándo era niño y salía del colegio tras terminar mi jornada escolar, solía ir a mi plaza y jugar con mis amigos al fútbol ó al baloncesto. A veces también al Bote-Bote, la liebre o el rescate. En esos nostálgicos años que Antonio Vega denominaba: " la única etapa de felicidad auténtica", tenía ídolos a los que admiraba. Ya por entonces lucía con orgullo mis camisetas de Larry Bird, al que imitaba en su heterodoxa manera de lanzar los triples ó mi beisbolera a semejanza de una de mi hermano Javi con la que mi compañero Jose Ignacio me perpetuó con el mote de Kevin Arnold, el protagonista de Aquellos Maravillosos Años.
También me causaba admiración las vaselinas, regates de maestría y las genialidades de Diego Armando Maradona, sin duda protagonista de uno de los mejores momentos de mi infancia: aquel maravilloso gol en el mundial de Méjico contra Inglaterra tras sortear a todos los rivales que encontró y al mítico portero Peter Shilton. Hasta llegaron a sacar un juego para el Spectrum 48k, aquel negro con las teclitas azules, que se llamaba Peter Shilton's handball Maradona. El videojuego no hacía más que hacerse eco de aquel gol tan singular y mediático que metió "El barrilete cósmico" de manera ilegal con la mano en ese mismo partido.
Intentábamos emular a nuestros ídolos en las tardes-noches de verano y en las mañanas de invierno soleadas. Golpeábamos el balón como Schuster, Michel ó Lineker según los colores futbolísticos de nuestra alma. Jugábamos de manera incansable hasta caer rendidos sobre la hierba y poder contemplar la inmensidad del cielo azul ó las brillantes estrellas de un Madrid no tan saturado de contaminación lumínica.
De este material están hechos nuestros sueños y recuerdos. Los de tiempos felices que no volverán, pero que se mantienen intactos en el panteón más bello de nuestra memoria. Por aquellos tiempos también habitaban en nuestros juegos algunos anti-heroes. Tipos que nos causaban sensaciones contradictorias, entre admiración y miedo, resquemor y curiosidad. Uno de ellos es el inolvidable gigante sudanés Manute Bol. Jugador de la NBA en la decada de los 80 y recientemente fallecido el pasado 19 de Junio.
Manute causó un gran impacto en la liga americana de baloncesto. Fue seleccionado en quinta ronda del draft-procedimiento de elección de los equipos de la liga de los mejores jugadores en fase amateur-, pero sus 231 cms jamás le harían pasar desapercibido. Manute Bol causó un gran impacto en la liga: actualmente posee los records de tapones en un cuarto y en media parte de un partido- 8 y 11 respectivamente-, también el record de tapones de un jugador debutante en la NBA-397- y el segundo mejor promedio de la historia de la liga-3'34 por partido, tan solo superado por el gigante blanco de Utah Jazz Mark Eaton- además del mejor taponador de la historia en número de tapones. Todas estas espectaculares cifras, sin embargo, no son las que le ha granjeado un lugar en el recuerdo de todos los aficionados al baloncesto, sino la combinación de extrema delgadez, gran zancada y altura desorbitada junto a una sonrisa perenne de niño eterno. Quizás fue esto último, junto a sus grandes dimensiones, lo que le hizo conectar con los niños amantes del baloncesto en una época dorada de este deporte cómo fueron los años 80. Cada vez que queríamos impresionar a alguien, sentirnos superiores ó plantábamos un tapón jugando al baloncesto, nombrábamos al gran Manute Bol.
Por todo esto, por ser uno de los protagonistas olvidados de la mejor etapa de nuestras vidas, en la que la felicidad era pura e intensa, merece la pena que hoy recordemos a este jugador de baloncesto, que tras 11 temporadas en la NBA, abandonó la liga para ir a jugar a Sudan, su país, que acabó semi-arruinado y abandonado por su mujer, conviviendo con sus cuatro hijos en una de las pocas casas que le quedaron tras su mala gestión económica. A penas nos enteramos de su artrosis degenerativa en los huesos ó de sus problemas renales que le habían obligado a ingresar, hace pocos meses, en una clínica de Virginia del Norte.
Los mismos problemas que acabaron con su vida el pasado día 19 de manera prematura a los 47 años de edad.
Éste es un blog dedicado a los perdedores, un elogio de aquellas personas no tocadas por el halo de la victoria ó el éxito. Aquí tenemos un perdedor romántico que vivió la vida de manera extrema, cómo su estatura, pero que a pesar de ser tan distinto al resto, de su modesta carrera por la NBA, de sus dificultades económicas y de sus problemas de salud, jamás perdió la sonrisa y el brillo de sus ojos.
DESCANSE EN PAZ MANUTE BOL.
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