Ágora es el título de una película del director madrileño Alejandro Amenabar- Santiago de Chile 1972- que narra la vida, obra y muerte de Hipatia: una matemática, filósofa y astrónoma en la Alejandría del siglo IV antes de Cristo bajo el dominio del imperio romano y la mezcla de las culturas egipcia, griega y romana. Todo bajo la imponente figura del faro de Alejandría, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Hipatia imparte clases sobre estas doctrinas científicas y del conocimiento a los hijos de la élite aristocrática de Alejandría dentro del recinto donde se encuentran el Museo de Alejandría y el Serapeum.-Dios pagano de culto de los Egipcios-, conocido como El Ágora, cuna del saber y el conocimiento científico, sociológico y cultural de la época.
Al mismo tiempo, Alejandría se encuentra en un momento muy convulso a nivel social y religioso con el creciente auge y fortaleza de los cristianos, quienes rechazan la autoridad moral de Serapis y los Dioses paganos del resto de religiones propagando la autoridad de un único Dios. Éstos hechos desencadenarán una espiral de violencia entre la población y el ascenso de la religión cristiana, hasta el punto de ser legitimada progresivamente de manera oficial por el emperador romano.
Las principales consecuencias de este ascenso son el asalto al templo sagrado de El Ágora con la quema de toda su valiosa documentación, la expulsión, expolio y masacre del pueblo judío asentado en la ciudad egipcia, una especie de bucle recurrente a lo largo de la historia, por no profesar la fe cristiana y cuestionar a Jesucristo como el hijo de Dios y la progresiva conversión al cristianismo de todos los estamentos políticos de Alejandría, incluido Orestes, prefecto romano de la ciudad, antiguo alumno y protector de Hipatia con la que le une una conexión sentimental. Todos estos hechos tienen la firma y el auspicio de Cirilo, obispo de Alejandría. Un hombre con una ambición sin límites, autoritario hasta la tragedia y fanático en la imposición de sus Dogmas cristianos. Una interpretación cruel, interesada y absolutista de las sagradas escrituras.
El desenlace de la historia es la muerte de Hipatia: sola y abandonada a su suerte por Orestes, victima de las presiones de Cirilo al considerarla una hechicera pagana que en ningún caso puede influir en la voluntad de un hombre cristiano de autoridad tal y como refleja un pasaje de la biblia.
Hipatia es asesinada en la película por Davo, un antiguo esclavo que asistía a sus clases y la ayudaba en sus menesteres del hogar, antes de ser lapidada por un grupo de enloquecidos secuaces de Cirilo. Davo quedó enamorado de la libertad, sabiduría y encanto de su dueña, magnificamente interpretada por la actriz alemana Rachel Weisz, pero tuvo que renunciar a su deseo incontenible debido a su condición y a no ser correspondido por Hipatia. Una mujer libre e independiente cuyo único amor fue su pasión por el conocimiento.
Ágora me resultó un precioso, emocionante, cruel y trágico film histórico con un aprendizaje sutil y devastador para nuestra realidad actual: el peligro que entraña el pensamiento único. Cualquier idea, por legítima, útil y valida que sea, no debería ser impuesta con el uso de la fuerza. La historia por desgracia nos demuestra que a veces es la única vía para luchar contra el absolutismo y el poder injusto sin límites como sucedió con la revolución francesa o la guerra de la de la independencia de Estados Unidos.
La sabiduría y la cultura hacen libres a los hombres y mujeres gracias a su capacidad para cuestionar y observar la realidad. Todo es relativo y depende del prisma con el que se mira. El peligro de destruir una gran idea es tratar de imponerla a toda costa sin tener en cuenta las circunstancias y condicionantes de la realidad donde de aplica.
En Ágora, Alejandría es una ciudad multicultural donde conviven diferentes etnias que profesan culto a distintas deidades sin que la cultura, la ciencia y el saber fuesen menoscabadas, aunque solo fueran accesibles a una pequeña parte de la población. Una vez más ahí puede estar el principio del desequilibrio, los cristianos inician una etapa de confrontación con su religión como bandera como una forma de asalto al poder y los privilegios económicos.
La desigualdad encierra pobreza y marginación, un caldo de cultivo para el triunfo de las ideas fanáticas y radicales. La chispa que puede arder la mecha de una tragedia o una guerra en la que detrás suelen encontrase sujetos o grupos ávidos de poder y ambición. Esta sería la figura de Cirilo, Obispo de Alejandría.
Frente a Cirilo, la némesis es Hipatia: mujer abnegada, inquebrantable con su necesidad de conocimiento y divulgación. Hipatia se muestra obstinada en conocer el mundo y su relación con el universo, quizás para conocerse mejor a si misma y el mundo que le rodea. La tierra gira en torno al sol y su movimiento de traslación figura la trayectoria de una elipse. Estos y otros descubrimientos tan loables y útiles no la libraron de su trágico destino. Hipatia murió sin arrodillarse a vivir subordinada al hombre y sin resignarse a abandonar la aventura de aprender y descubrir el mundo frente a la reiteración de los dogmas de fe. Fiel a si misma.
Hipatia, Galileo, Copérnico y otros grandes sabios nos dieron una lección de valentía y generosidad. Sacrificaron sus vidas en el presente para garantizar el futuro del resto de la sociedad.
Aunque parezca sorprendente la figura de Hipatia y la película de Ágora me inspiran de nuevo a escribir sobre Pep Guardiola, el entrenador del Bayern de Munich, como ya lo hiciera en el pasado cuando era entrenador del mejor Barça de la historia. http://huellaoculta.blogspot.com.es/2011/07/oh-capitan-mi-capitan.html
Aún a riesgo de ser pretencioso, Pep tiene ciertas similitudes con el personaje de Hipatia y, como suele pasar en la personalidad humana, también alberga en su sombra algunas de las características de Cirilo, el despiadado obispo cristiano de Alejandría.
Después de gestar, criar y encumbrar al mejor Fútbol Club Barcelona de la historia con la ayuda del recientemente fallecido Tito Vilanova, decidió emprender una nueva aventura, buscar nuevos alumnos y hacer frente a nuevos desafíos en el Bayern de Munich, un equipo con una idiosincrasia, tradición y gestas casi antagónicas al equipo catalán.
Pep encierra como todo ser humano virtudes y defectos, en el Barcelona tuvo los elementos adecuados, las condiciones de aula más favorables y unos excelentes alumnos a la altura de su capacidad que entendieron con pasión su concepto de fútbol. Así se obró el milagro, porque es muy difícil entender al mejor Barça de la historia sin la conjunción de las ideas, motivación y métodos de Pep con el potencial, fe y talento de Xavi, Iniesta, Messi, Puyol, Busquets, Piqué y compañía.
Pep, como Hipatia, construyó uno de los Ágoras más hermosos de la historia del fútbol mundial. Y Cirilo entró dentro de Pep. Seducido por el poder alemán, por un club de cuello de cisne y por el ego del protagonismo acompañado de unos sustanciales millones de Euros al año, emprendió viaje a Munich después de un año sabático y de dejar al equipo de su vida- la Alejandría natal de Hipatia-.
No se trataba solo de conocer el fútbol para conocerse mejor a si mismo, sino de difundir sus ideas y concepto del juego en otras partes del mundo casi a cualquier precio. Munich no es Barcelona y el Barça no es el Bayern. El Bayern venía de conquistar todos los títulos con su antiguo maestro Heynckes con un juego de corte alemán mezclando algunas variantes interesantes. Un asalto al rival en toda regla, pero sin elegir el camino más rápido y con muchos atacantes: fuertes y llegadores como Schweinsteiger y Muller, habilidosos como Ribery y Robben en los costados e inteligentes y visionarios como Kroos y el capitan Lahm, un lateral con mucho fútbol en su cabeza. La táctica sencilla y refinada: el que golpea primero golpea dos veces.
La primera medida de Pep fue sabia y clarividente: traerse a uno de sus alumnos aventajados: Thiago, el heredero de Xavi en el Barça. Un jugador de toque y asociación, capaz de ver las estrellas más alejadas y gobernar los partidos. Thiago quería ser protagonista y sus años de becario ya habían terminado. En una de sus primeras clases vio que Lahm tenía mucho fútbol en su cabeza y lo acercó al centro del campo. Ganó un medio trascendente, pero perdió un lateral maravilloso. Avanzó a Kroos para que estirase su gran compás y los mezcló con Schweinsteiger, Javi Martínez o Muller, la caballería de Heynckes. También le dio la bienvenida a un alumno nuevo que tenía aires de Cesc, Iniesta o Messi, sus añorados discípulos; Mario Gotze.
Pep, como buen profesor, empezó a difundir sus conocimientos, y el bayern empezó a mutar. El cambio al principio fue espectacular: gobernaba los partidos con thiago y Lahm, dejaba a Schweinsteiger asomarse al balcón del área y a Muller llegar desde atrás, su mejor cualidad. El resultado fue más de la mitad del curso excepcional: más goles si cabe, más posesión , más toque y más ocasiones.
Como en Ágora, le salieron sus cristianos particulares. Beckenbauer y la caballería del Bayern empezaban a ver síntomas de blasfemia: el bayern no tiraba desde fuera del área, no colgaba balones, intentaba salir con el balón controlado, ¿Gotze de falso nueve en vez de cerebro?.
Y la sentencia definitiva que le colocaba en el lugar de Hipatia: " Al final seremos como el Barça, nadie nos querrá ver, acabaremos aburriendo".Beckenbauer y "el imperio romano" le habían desacreditado.
Quizás algo se activó en ese momento en la cabeza de Pep. Quizás flaqueó y acabó traicionándose a si mismo. La valentía de Hipatia le costó pagar un alto precio, su vida. Y llegó la tragedia en las semifinales de Champions contra el Madrid: El Cristiano más poderoso y sus grandes jugadores dispuestos a barrer al Bayern de Pep, de la posesión, con su fulgurante contraataque.
El Barça de Pep tenía un portero adelantado como Valdés con un excelente juego con el pie, un coloso como Puyol, auténtico guardián de la defensa y un bastión en el marcaje y las coberturas, y a Piqué que es excelente en la salida del balón y en tirar la linea de defensa hacia adelante. Nada que ver con Neuer, Dante y Boateng, débiles en la marca y deficientes en la salida del balón. Alaba y el mejor Alves pueden ser similares. Abidal, pese a las reticencias iniciales, acabó siendo un gran lateral defensivo, rápido en las coberturas, bueno en el juego aéreo y capaz de tocar y sumar en el ataque.
Contra el Madrid Schweinsteiger, Kroos y Muller han fracasado en la circulación del balón, el mantenimiento de la posesión y la búsqueda de espacios y apertura del campo. Ninguno ha dado el balance defensivo y juego de asociación al primer toque de Busquets, el movimiento constante, la capacidad de combinación y velocidad de balón de Xavi y la búsqueda de los espacios, profundidad y ruptura de líneas de Iniesta. También echó muchísimo de menos a su mejor alumno, aquel que puede superar al maestro. El genio de la lampara, el jugador capaz de destruir cualquier defensa cuando está en estado de Gracia: Leo Messi.
Pep no dio a sus alumnos su verdadero poder: gotze no jugó en el medio intentando emular a Iniesta y asociándose con Kroos, solo y desnudo, o de falso nueve para desequilibrar y desconcertar a Pepe y Ramos. Tampoco otorgó a Muller su arma más peligrosa, llegar desde atrás por sorpresa para oler el gol. Jugó Mandzukic, el nueve tanque que gusta al futbol alemán, poco habilidoso y sin poder correr ni rematar, el entrenador del falso nueve confiando en un nueve de toda la vida. También le abandonó Thiago, en la enfermería sin poder seguir sus explicaciones en la pizarra. A Javi Martínez también le privó de ayudar a sacar el balón desde la defensa. En esta eliminatoria Pep dejó de ser Hipatia, aunque murió futbolisticamente de la misma manera.
El resultado, trágico: un Bayern con posesión, pero sin alma, sin ideas, sin movilidad y sin ocasiones. Con Robben y Ribery maniatados, sin espacios, sin ser habilitados en profundidad y siempre en situaciones de uno contra dos. Sin capacidad de hacer daño a un Madrid colosal a balón parado, corriendo y llegando al espacio para marcar cinco goles en la eliminatoria.
Aún haciendo todas esas cosas, puede que el Bayern de Pep hubiese acabado sucumbiendo al Madrid de Cristiano, Bale, Benzema, Di María y compañía con su letal contraataque. Al menos tendría la paz de espíritu del sabio que nunca traicionó sus ideas ni a si mismo. Como Hipatia.